jueves, 23 de junio de 2011

La Roca Invencible

Hacía tiempo que los filósofos de la Ciudad Extravagante se empeñaron en la ardua y utilísima tarea de desmembrar al Dios Barbado que tanta luz había arrojado, desde tiempos inmemoriales, a la cuenca infinita donde el hombre era Hombre. Como un pequeño colectivo, aventaron excrementos y maderos a los templos no-paganos, que eran todos. Llenaron de terror las enormes almenas de las abadías y conventos, y de mal gusto las bellísimas construcciones que de todo tiempo se impregnaron. Los ángeles y potencias, impávidos sonrieron frente a los rostros libertarios y sanguinarios de los filósofos, quienes se dieron cuenta pronto que sus acciones y palabras eran débiles, contra un enemigo que ni siquiera estaba conciente de serlo. Si era conciente. Si vivía para ello.
Por cuarenta días y cuarenta noches se reunieron los filósofos de la Ciudad Extravagante, con sus barbas largas y rostros afligidos. El más viejo, que vivía porque no encontraba motivos para morirse, hablaba en una lengua tan antigua que ninguno entendió con claridad. Grandísimo problema, si se trataba en este caso de la voz que presidía el concilio.
Así, tras la cuarentena, los filósofos de la Ciudad Extravagante decidieron ir cada quien a predicar lo que quisiera, o hubiera entendido. De igual manera, los ciudadanos los tomaron por locos y embusteros, que posiblemente así eran, pero sin comprender a ciencia cierta por que lo decían.
El más joven de ellos, poblado de bigotes, había permanecido en silencio, ciego y casi tan amortajado como el más viejo de los filósofos. Se puso de pié, y caminó hasta el Pico Simismo, más alto que cualquier sombra en la Ciudad.
"Aquí tengo esta roca" gritó, mirando a los cielos. Acudió el Dios Barbado, siempre en forma de tormenta.
"Jamás podrías hacerla tan fuerte que ni tú pudieras romperla" dijo el joven filósofo, y la lanzó, en dirección a las estrellas.
El Dios Barbado pronto entendió que había caído en una trampa, y soltó un suspiro tan grande que por un momento, la Ciudad Extravagante creyó que en realidad había muerto.
Desapareció la tormenta. Con ella, desaparecieron todas las rocas en la faz del universo.
Cayó de rodillas el filósofo en el universo ya sin serlo. "Milagro" susurró.
Los filósofos, el Dios Barbado y la Ciudad entera, entonces, comenzaron a reír, satisfechos.

domingo, 29 de mayo de 2011

El Día D

Un día, la ciudad fue atacada. Los niños jugaban en el parque, las madres mecían a sus niños. Las mujeres de la calle complacían a sus hombres, y los hombres, remilgaban de sus alimentos. La Ciudad Extravagante estuvo en paz, y cuando pasó el ataque, no hubo marcas de ello.
El enemigo, invisible, cobarde, atacó sin mostrar su forma, ni a su general, que descansaba en las tinieblas. Cuando se retiró, había vulnerado a una ciudad intacta, nueva, resplandeciente, como había sido siempre. Los ciudadanos, asombrados, no registaron muertos, heridos o desaparecidos. Sabían que habían sido atacados, y eso es todo.
Así, de nada sirvieron las imbatibles almenas y los invencibles soldados. Quedó sola y desamparada, y la Ciudad Extravagante vivió lo más terrible del luto a la una de la madrugada.

domingo, 8 de mayo de 2011

El Libertador

Hubo un día quien no estaba de acuerdo con la Extravagancia de la Ciudad. Creyó que vencería a la tiranía con sus palabras, infundido por la antigua deidad de la Apatía. Habló al pueblo, todos grises, quien lo miraron con extraña esperanza. "Yo los haré libres"
Fue entonces con el Regente, quien lo esperaba, con una silueta amenazadora y soberbia. "Me llevaré a mi pueblo" dijo el Libertador. "Llévatelos" contestó el Regente.
La respuesta tomó enteramente de imprevisto al hombre, quien había preparado un larguísimo y sesudo discurso. Le temblaron las manos, los pies y las rodillas. Con el corazón palpitando sin ningún compás, atinó a preguntar "¿Por qué?"
"Llévatelos, o no vuelvas a joder. La libertad es un peso enorme." dijo el monarca, y reanudó sus juegos. Levantó la vista de las formas geométricas, y le dijo "Si vuelvo a verte, ordenaré que te asesinen"
Al volver, el hombre había envejecido algunos años. Los hombres grises portaban antorchas, picos y armas. "Somos libres" atinó a decir.
Había panaderos, herreros, artesanos y granjeros. Asesinos, maleantes, pastores y corderos. Todos, entonces, siguieron al Libertador. Al salir de la Ciudad Extravagante, le preguntaron a donde viajarían. Comprendieron, pues, que no había Tierra Prometida, más que la Libertad. "¿Qué harémos ahora?" preguntó un pueblo cada vez más iracundo. "Perdónenme, planeé la lucha, y aún tengo bajo mi manga las siete plagas. No estaba preparado para la victoria"
El pueblo, pretendió entonces utilizar su libertad para asesinar al Libertador. Tras esto, volvieron a la Ciudad Extravagante.

jueves, 5 de mayo de 2011

Orgánico

Verde es la forma que asoma
Es la sombra y el aroma
Es la magia de la broma

Verde es habla que comenta
Es palabra que aconseja
Y enseñanza que despeja

Verde la vida que irradias
Es la forma de tus nalgas
Como vibran tus espaldas

Verde es y no es rosado
Carmesí o colorado
Ni amarillo ni dorado

Eres verde, como bosque
Como selva que se obstina
Como sueño que no esconde
Sigiloso, se avecina

Verde es esta poesía
que es más tuya, que mía

domingo, 1 de mayo de 2011

La Casa Verde.

La primera impresión que tuve, al mirarle lejos, es que no era la misma casa. Estaba el patio, plagado de girasoles y rosas, la fuente del delfín, la puerta café. La fachada es idéntica a como la recordaba, quizás menos color pero la misma vida. Era bella, pero no era la misma. Venía de un mundo distinto al mundo de los sueños.
Miré por sus ventanas entreabiertas. Los muebles estaban radiantes de abandono. Los habían movido. Era un gran misterio el interior de la Casa Verde para mí, que solamente podía soñar con sus pisos alabastrinos, con su dormitorio rosado, con el ardiente fuego en su cocina. Verle tan cambiado y ajeno me dió la sensación de que algo mío, que creí, habitaba en el fondo de mi alma, estaba muerto. Estaba tranquilo, pero vulnerado.
Así, cuando sabía que cada vez que viera el portón de la casa, quisiera llamar al interior, decidí alejarme. Con un dolor muy discreto, que recorría mi espalda entera.
Solamente en sueños, cuando volví a verla, entendí que era la misma. Que todo era nuevo, mágico y perenne, y que no habría poder humano que lo cambiara. Y esto lo comprendí a la mañana siguiente.

lunes, 25 de abril de 2011

Jueves de Silencio

Entre los más supersticiosos de la Ciudad Extravagante, existe un rito inexplicable para el observador fuereño, impredecible, fantástico. Sus raices son ancestrales, antiquísimas, quizás tan viejas que ni la misma tierra, ni el mismo cielo, son capaces de recordarlas.
Aunque la mayoría son ancianos, algunos adultos, jóvenes, e inclusive niños, se levantan antes de extinguirse la última luz de las tinieblas, en la hora más oscura de la noche. Se reúnen todos los que aún conservan la usanza antigua, en el Templo de los Ocho Años. ´Llevan velas en las manos, que encienden todos con la flama del más viejo de la campaña. Forman un circulo, y poco a poco, derraman cera en el oído del de al lado. El grito desgarrador del sufrimiento colectivo perturba un poco el sueño del resto de la Ciudad. Para los que efectúan el rito, poco a poco el ruido se los gritos se extingue, aunque el dolor permanece imperturbable.
Al terminar la vela, que es corta y fácil de derretir, los asistentes caminan por las calles, sin percibir sonido alguno, que el propio  latido del corazón y el eco apagado de los gritos nocturnos. Todo el Día Jueves, permanecen con el Silencio Infinito que solamente el sufrimiento puede otorgar.

domingo, 24 de abril de 2011

La Gran Mariposa

La brisa de pronto tomó forma de un ventarrón. Era amable y poderoso, como la primavera y su sol paternal. Un batir de alas inmenso lo formaba. Mecánico y orgánico, dulce como un atardecer de otoño, prácticamente melancólico y sencillo.
Lo enorme de su sombra cubrió poco a poco la Ciudad Extravagante. Era frescor y vida, a pesar de la obscuridad que inundó las calles y asfixió las construcciones. Púrpura, como el misterio, era la noche súbita y artificial que invadió el cielo.
Zumbaba, como el llanto de una humanidad endemoniadamente perdida Sollozos de anhelo, sin tiempo ni espacio, que eran música de victoria y redención. Parecía lluvia, y reafirmaba su aspecto con el polen que de sus alas descargaba a la ciudad entera. Polen que tenía lo sacrílego y triste de la ceniza.
Los Ciudadanos interrumpieron sus actividades para admirar el prodigio de la Gran Mariposa. Como un juicio final de belleza incalculable, por un momento, miles de almas encararon la metafísica escrito en las infinitas alas de la mariposa. Sus palabras, inmemoriables, ininteligibles, proféticas, hacían de ella lo infinito del cosmos sobre la ciudad misma.
La maravilla pudo haber durado la eternidad misma, más aún porque cuando partió, algunos eran ya ancianos, pero otros volvieron a la infancia agridulce. Todavía hay quien duda si la Gran Mariposa era una deidad errante, un desafío, una oda, la locura colectiva de una Ciudad que no hace nada más que soñar lo mismo, cuando el sueño debe ser infinito y bello.

jueves, 21 de abril de 2011

El viejo Faro de Sevilla

En lo más alto de la Ciudad Extravagante, aunque muchos lo hayan olvidado, existe una construcción pálida y delgada. Su cúpula es dorada con los rayos  del sol, al medio día y en la mañana, y en la noche fue luz y vida durante muchos años. Como luz y vida hubo en el delfín de la entrada.
Se podría decir que el Faro de Sevilla nació antes que la Ciudad Extravagante. El brillo que irradiaba llenó por completo el valle donde hoy la Ciudad palpita, y proyectó el aura en las tinieblas de la noche en altamar. Fue el Faro quien egendró los primeros poemas de la Ciudad Extravagante, donde hoy existe el entramado sin sentido que somos.
El Faro es hermoso, aunque destartalado, pero posee lo místico y perenne de lo infinito de antaño. Los ciudadanos nunca vieron al encargado. Se dice que era una creatura de luz, semejante al faro, pero su relación a pesar de esto, era distante.
El quebrar de las olas ahora añora la luz del Faro. Esta en tinieblas la costa, y pareciera que el Faro está en la Ciudad de los ángeles. Suspiro, porque el Faro está extinto, y más que nunca, extraño su luz.

domingo, 17 de abril de 2011

Los Campos de Matusalén

Hay en la Ciudad Extravagante la invisible creencia de que, en el centro del bosque, al otro lado del muro, existe una comunidad silenciosa y eterna. Sus sombras, a veces, acosan a los viajeron, siempre en tránsito, que buscan escapar o entrar en la realidad que plantea la infinitud citadina.
Dicen que son hombres sabios, que esperaron el tiempo adecuado para migrar de sus casas, mansiones, departamentos. En silencio, como vivieron en vida, se dirigieron a la frontera sur de la Ciudad, donde el día es fresco y la noche, helada. Sus pasos fueron livianos, veloces, imperceptibles a la gente. Solamente su madre y su padre, su hermano y su hermana, legal, de sangre o de facto, se percató de la ausencia. Se hicieron como fantasmas, cuando la muerte no había secado sus venas. Se fueron como sombras, a la luz del sol o en las tinieblas de la luna.
Se dice que partieron porque buscaban ser eternos. Pensaron que el esconderse de ella les serviría, pues no hay como la quietud y la belleza para despistar a la guadaña. Que el olor de las flores y los pinos, el rumor de las hojas, el canto de las aves ocultarían su rastro. Por eso se alejaron, viejos y jóvenes, por el miedo y el amor. Así pensaron hacerse invisibles.
Por eso se cree que en el claro más recóndito fundaron los Campos de Matusalén. Que únicamente es posible acceder cuando se está maduro, casi podrido, y no puede haber esperanza o fe en un gramo de su espíritu. Cuando la sabiduría o inteligencia les permite encontrar la puerta, y que de la inmortalidad, no hay vuelta atrás.
Es por eso que, algunos de los que todavía viven en la Ciudad Extravagante, no recuerdan a sus muertos. Solo esperan el tiempo para ser inmortales, allá, en donde la muerte jamás los alcanzará. Donde nadie escucha los llantos, y el sonido de la rama es tan invisible como el sollozo en el mausoléo.

miércoles, 13 de abril de 2011

La balada del Dragón Digital

Cada mañana solía despertar el pueblo sumido en un malestar. Temían de sus casas, sus perros y gatos, sus autos, sus libros, su fe y su trabajo. Pues hicieron suya la triste ambición de hacerle a su monstruo una triste canción. La tarde elevaba y el ser no llegaba, de pies a cabeza la gente temblaba.
Llegaba a ser ya las seis de la tarde y los hombres creían y hacían alarde de haber alejado por fin al demonio de sangre dormido, por siempre, sin techo ni cama, tan solo lejano como una montaña.
Entonces sonaba su trágico paso, terrible, gigante, haciéndo del pobre poblado una mancha tan solo con ver las gigantescas formas del terrible ser.
La Mano Gigante, Dragón Digital, infinita y gallarda, callada y letal, pasaba y sus manos todo lo llevaron. Sus casas, sus autos, sus perros, sus gatos.
La piel era hecha cual fortaleza invisible, tan hecha de engaño, de sangre temible. Sus uñas, tan pulcras, coromadas cual tumbas tomaron lo suyo, lo mío y lo tuyo.
La noche marcaba el final temeroso del dragón digital que no tenía reposo. Robaba y robaba, muy lento, imponente, dejando su huella vital y frecuente. Lo azul y lo guinda, lo gris y dorado la Mano Gigante lo había robado. San Carlos se aprecia de su forma inaudita, la nunca cantada, la sombra perdida.

sábado, 9 de abril de 2011

El Último Discurso del Mendigo Predicador

Su silueta, harapienta, apestosa, de repente comenzó a vibrar, silencioso, con la cadencia irregular y jadeante del llanto. Al principio intentó contenerse, a pesar de lo indigno de su estado, pero pareció necesitar un poco de la libertad que solamente las lágrimas son capaces de dar. Creció su miseria, al grado de que una señora, que pasaba con el mandado recién comprado. "Tome, señor" le dijo, mientras le alargaba un plátano maduro. El señor miró con devoción el fruto, y rápidamente tornó su mirada al de la más profunda tristeza. "Gracias, pero no" respondió secamente.
La mujer preguntó, algo sorprendida, cual era la causa de su llanto. La respuesta que obtuvo le sorprendió aún más. "Lloro porque tengo hambre"
Le alargó aún más lo que le ofrecía "Tengo esto, papas, manzanas y tres blanquillos. Solo esto puedo ofrecer. Tome cualquier cosa"
"Es grande su bondad, señora, pero usted no podría mantenerme de por vida. Mi llanto es así, tan lastimero y profundo, porque comeré un plátano, quizás una papa, su despensa entera. Hoy día, habré saciado mi necesidad. Sin embargo, ¿Qué de humano tiene el hecho de que coma? Lloro porque no puedo cubrir lo más escencial en mi existencia, el acto de sobrevivir para mí es una lucha constante. El sueño, el sexo, la bebida. Para mí todo es difícil de alcanzar, y prácticamente imposible de mantener. ´¿Cómo no llorar así? Quedaron entonces relegadas mis aspiraciones más humanas. Sé leer y escribir, pero soy viejo y tullido. No sirvo para trabajo físico, y el mental está reservado únicamente para los aseados de traje. Ni siquiera el crimen es opción para mí. Lloro porque pensé en ser rico y bello, y disfrutar la vida. Porque quise hospedarme en los hoteles más caros del mundo y beber vino de 50 mil dinero. Yo pensaba que mi vida no estaba tan mal por la libertad y el ruido, y la belleza de la Ciudad Extravagante. Pero el hambre ciega, corta los sentidos. Y esa el más básico de los lujos"
Al terminar, había una gran muchedumbre en torno suyo. Sabía que había terminado lo suyo cuando la autoridad se estacionó cerca, y se aproximaron dos de sus soldados. "Cuando menos ya no será una preocupación la comida" dijo, a manera de despedida.

jueves, 7 de abril de 2011

Prestidigitador

Se cuenta que en las calles de la Ciudad Extravagante, hubo, tiempo ha, un hombre de grandes barbas y bigotes. Se presentaba, sin dar nombre alguno, reseña o seudónimo, en completo silencio. Y su elocuente discurso, sin atisbo de ironía, no le valió un nombre. El asombro de su acto sí.
El Prestidigitador le denominaron a este ser de ficción, semejante a un merolico, a un profeta o a un barón. Su andar era tieso y sus formas mecánicas, aunque nunca se supo si era en realidad un retrógrada o un libertador.
Hablaba con las manos, y los pies, y los ojos. Encantando, y en realidad sus palabras nunca importaron. Desaparecía de los niños sus caramelos y juguetes. De los jóvenes sus libros, de los adultos la paciencia. Siempre tan anciano como niño, el Prestidigitador se hizo de un título, un nombre y una serie de acólitos y acompañantes. Había algunos que intentaron sus actos, y sus manos, lentas y torpes, solamente lograron demostrar los demonios del showman.
Se decía que él tomaba a las niñas más asombradas del público, y con sus manos, despojaba de ellas mucho que sin notar, le entregaban. Ciegos eran los del pueblo, y jamás se permitieron las miradas. Así, extendió lento y silencioso, su reino y maña.
El Prestidigitador fue un día echado de la Ciudad Extravagante, por ser ordinario y sencillo, pretendiendo lo inmortal y sublime. Volvió, canado y con hambre, pero siendo el mismo charlatán que intentaba robar las carteras y las bolsas traseras de los caminantes y curiosos. Pronto volvería a comer, carne y vegetales.

domingo, 3 de abril de 2011

Leviatán

En lo más profundo de la tierra, en una insípida caverna, existe un respirar eterno y monstruoso. Se duele en el pecho, gigantesco, hecho todo entero de esperanzas y sueños. Es un canto lastimero, certero, hecho todo entero para dejar ir los sueños al otrora altamar, al que el titán solía navegar de día y de noche, hace ayeres, millones, cuando el mundo no era tan complejo, y la existencia era lenta y temible. Tiene sed, y de los mares, solamente queda el recuerdo de agua salada plagada de peces y sirenas. Bebe de vez en cuando el llanto de alguno que, esperando, ha quedado complacido con lo que ve y lo que oye. Se alimenta del pasado, y es inmortal.
Tiene la piel crugiente y seca, invisible para el tacto, el tacto, el gusto y la vista. Se ha hecho una con la tierra, con las raices de órganos y plantas. Es su llanto la soledad entera, y el gigante Leviatán, se rrepiende de haber pedido tanto, cuando sólamente fue exigente y no compartido. El Leviatán lo quiso todo, y quedó solo, y su tristeza es eterna, miserable, audible y hermosa. Y su canto es el rumor que en las noches consteladas llena de melancolía a soñadores que le invocan. Talvez cree él que se culto quedó atrasado, pero existe, sigiloso...

martes, 29 de marzo de 2011

Luz

Para un amigo, hermano, sin mentira. Ojalá lo leas we. No sé que decir, pero seguramente lo sabré, llegado el momento. Te quiero.

Pensé que las sombras son las devoradoras insaciables. Que el universo entero se tiñe de su sangre azabache, misma negritud que la noche nos regala con descarada belleza. Que todo ser vivo la emana, detrás, como estela maldita, y que la única manera de escapar de ella era unirla a otra sombra, mayor, cubriendo nuestro cuerpo entero.
Que la sombra hace de su reino todo. Que la sombra es discreta, y que se apoderará de todo rastro de bondad y de belleza con su paso lento e implacable. Que la sombra es amiga del tiempo, y en el mundo, esta sustancia invisible, es lo único que existe y no existe a la vez.
La sombra nos invade, incontenible, y dentro de cada ser humano, también busca cubrir de vacio lo completamente bello.
Sin embargo, hubo una vez que esperé encontrar a la sombra sobre alguien, entera, en su completa expresión. En su soledad absoluta, un cuerpo que pasó de la dinámica a la estática. Exhalar sombra, inhalar sombra, hecho uno con la nada.
Ví que, de repente, no había gran oscuridad en su orografía botánica. Que en su piel había surcos, pero que de ellos emanaba, no sombras. Un brillo pálido, alabastrino, mágico, eterno. Este sí, perenne, hecho de la materia misma de la vida y las cosas.
Que la sombra cedió, cuando había ruido, belleza, inquietud y vida. Que la sombra no era nada.
Unicamente existe porque la luz la egendra. Que la luz es, más allá de la sombra. Que la sombra, inclusive, sería una extención de la luz, y no su contraria. Comprendí que no hay sombra. Sólamente luz, que no brilla en este punto, sino en otro, más luminoso e infinito, que jamás comprenderemos hasta encendernos del mismo modo.
Ahora, amigo mío, te invito a ser la luz más intensa. Báñante con el recuerdo, haz de él la amplitud de tus alas, y el batir en tu vuelo. Hazlo por la Luz, y no por su sombra.

domingo, 27 de marzo de 2011

Ello's Wonderful Store

El local es grandísimo, y sus luces parecen salidas del más epiléptico anime japonés. Hay grandes altavoces, que rara vez dicen algo, pero su imponente altura hace creer en la eficiencia durante desastres y tragedias. Sus puertas son transparentes, plásticas y automáticas, tan modernas como requieren las trasnacionales capitalistas, y reza en el centro de ambas, el logotipo que se divide en dos al abrirse: Ello's Wonderful Store.
Los compradores son sorprendentemente abundantes para tan ambiguo nombre de la tienda, pero al conocerle mejor, sabemos lo contundente y cierto de la Tienda Maravillosa.
Pasillo 1: Edípicas y Eléktricas. Enormes pechos, barbas y canciones de cuna. La mayor parte de compradores pasan por dos o tres fantasías para lo largo de la semana. Precios económicos y caras sonrientes.
Pasillo 2: Bisexuales, Transexuales y Grupales: Diversión para primerizos. Compradores nerviosos, o descaradamente compulsivos. Platillos para compartir.
Pasillo 3: Digestivos y Estomacales. Todo para dejar un buen sabor de boca.
Pasillo 4: Mascotas. Saldrá ladrando de gusto. Todo para nuestros peludos amiguitos, o amiguitos de lo peludo...

Hay compradores que buscan productos más terribles que las que ofrecen en Ello's. La Ciudad Extravagante no permite estas mercancías. Ni las permitirán nunca

lunes, 21 de marzo de 2011

Corriendo

Hoyendíalagentenosetomaeltiempodeesperaraquelavidalesdésorpresasinesperadas.Siempredeseantenerlotodoplaneadoyensulugar,sereno,sencilloyenvasado.Hastaelvolátilinfanteparecieraestaresperandosólamenteunmomentoparaprobarsucapacidaddesorprenderalhumano.Fracasa,puestoquelagentehoyendíanosedaeltiempodedisfrutardelasorpresa. Amén

domingo, 20 de marzo de 2011

El escritor ciego

Se escucha en la oscuridad el rasgueo de una pluma. O un tecleo. O cualquier otro síntoma de deseo gramático. Su figura, enjuta, seca, imponente, como estatua de antaño, reposa sentada sobre un banquito. En rededor suyo, todo son sombras y silencio. Sus ojos, muertos, son el manto azabache que inunda su realidad entera.
Se escucha en la  oscuridad el suspiro de un soñador. O de angustia interna. O cualquier otro síntoma de presencia existencial. Su alma es un torrente, infatigable, eterno, como el Río de Fuego, y su luz pareciera tan desafiante como la oscuridad que la vista le ha otorgado como guía.
El escritor piensa, y su pensamiento es el paisaje, el sol y la vida que requiere. Sus fantasmas son solitarios, invisibles y rosados, plagados todos de la fuerza sobrehumana del anhelo, de la esperanza, y por sobre todo, de la victoria.
Su caligrafía está hecha por la necesidad de la lucha. Ha recurrido a pensar en el ocaso y en crearlo. No lo es posible copiar la imagen, así que ha hecho del papel un ventanal interminable.
Ahora mismo, escribe su epitafio. Ha perdido la noción del tiempo y del espacio, y no se percata de la frescura de su rostro. Siempre creyó que lo suyo era suyo, sólamente, y que la soledad era la cuna de su saber. Al poner punto final, inhala. Una cascada de aplausos vitoréa su trabajo. Comprende, entonces, que a pesar de ser un escritor por amor, inflamó a otros corazónes. El Escritor Ciego, entonces, recuperó la vista.

jueves, 17 de marzo de 2011

Sobre el Infierno II

Se levantó el segundo, como de repente invadido por un espíritu en venganza. Sus ojos rojos, inyectados de sangre, transformaron su figura, primeramente escuálida, en una especie de fantasma, gigantesco, que en su pequeño tamaño, invadía el recinto. Susurraba, más que hablar, y su boca era un hocico baboso, trémulo y repugnante. Sorprendió a los presentes, pues segundos antes estaba en su lugar, con la mirada triste.
"El Infierno es una cosa bien lejana, terrible, cuyas garras inmensas llegan hasta nosotros. Pero es su voluntad la que nos atrae, nos atrae a sus centros, abisales, terribles, infinitos. Infinitos, sí, como infinito en el infinito."
Balbuceaba, más que hablar, y su llanto y risa se mezclaban de manera armónica. Era una bestia, herida quizás, o completa.
"El Infierno me llevó a la sima, engullóme con sus dientes, bien dentro de mi cráneo. Grité porno explicarme que nos pasaba. La cabeza se sumía en la oscuridad entera y en terribles visiones. Creí que lo disfrutaba, cuando mis ojos, ciegos y mi boca muda empezaron a pedirle al Infierno que terminara. Mis gritos alimentaron su hambre. Devoró con más ahínco, como nunca devoró el Infierno, como nunca devoraría. Lo sé, porque mi cabeza, entre sus fauces, lo sabía"
El hombre abrió tambien la boca, masticando mortalmente algún rastro inmaterial. Pareció de pronto como su Infierno. Suplicó por alimento, que engulló apenas servido. Absortos, seguían todos sus movimientos torpes y apremiantes. Terminó de comer, y le sangraba la boca.
"El Infierno es frío, sus llamas terminaron de arder hace algunos ayeres. El tiempo consume día a día los trastros de vida que le quedan. Vive para comer, y las almas son su alimento."

jueves, 10 de marzo de 2011

Sobre el Infierno I

El primero en pasar al frente fué un hombre moreno. Su piel estaba curtida, dura, y pareció más un vivo que un muerto. Por el momento. La boca, seca, entreabierta, claramente hambrienta y sedienta, quizás con un ánimo inmenso de hablar. Parece ser la imagen viva de la futura tragedia, como la fotografía de un infante con cerillos en una mano y gasolina en la otra.
Ojos de chacal, mirando fijos, asesinos, sin temor. Nada hay de bueno, ni de sagrado, en la vista mortal del primer viajante. Como demonio mismo, como despojo de una realidad que antes fue vida, el viajante estiró sus brazos, largos, ´mecánicos. Las manos terminaban es simiescos remedos, poderosos y enérgicos, que tronaban sus dedos en un crujir semejante al de un engranaje muy oxidado.
-Padre mío, yo viajé al infierno, cuando el sol habíase ocultado tras las montañas de occidente. Los fuegos se comenzaron a prender, uno tras otro, y mis pasos jamás llegaron tan cerca, puesto que las sombras fueron quienes buscaron mi solitaria figura, y no yo, que pretendía hallar saber entre sus labios.
Esperé estático, de pié, y ni el frío ni el ruido movieron mis pasos. Los demonios parecieron familiares, cuando escuché su arrastrar fatal en rededor mío. Supuse que me harían daño, si lo permitiere, pero ellos conocían mi disposición a la batalla. Así que se dedicaron a escudriñar mi extraña prescencia, que, pese a esto, era demasiado mimetizada con el derredor, cada vez más misterioso, profundo, terrible...
Los demonios fueron sometidos. El sudor, el narcótico y la muerte fué el santo y seña. Así, en su compañía, recorrí los más profundos abismos del averno. Como unica armadura, mi confianza. Y los ojos, como espada.
Los demonios me mostraron sus moradas. Ciudades perdidas, olvidadas, que a la luz del día fueron ruinas y siluetas Flotaba en el aire el marchito olor de la podredumbre, y el viento se empeñaba en su más gélida faceta. Los lamentos se mezclaban con las risas, y alguna que otra monótona melodía, si así se le llamase a la música que sonaba discreta, por entre la desolada escena.
Escuché que se jactaban de la muerte, que habíase hecha una con mis secuaces. Yo mismo les conté de mis hazañas, extrañamente libre, vago y enfermo. Recordé las imágenes de decapitados y muertos, y el infierno tuvo de pronto nombre, fecha y encabezado.
Hablaron de sus actos carnales, obligados y funestos, y de los bastardos y egendros podridos que saldrían de su simiente. Me dolió, y al intentar salir del poblado sin nombre, uno de ellos intentó despojarme de alguna cosa. Solo tenía mis ojos y mi confianza. Ambos desaparecieron con su mordida  punzocortante. Ahora estoy aquí, Padre, y te he relatado lo que mis ojos vieron, y que el antiguo Dante nunca vió, ni con su guía, ni con su pluma.-

miércoles, 9 de marzo de 2011

Sobre la Mujer (O tributo a la Mujer)

Es la piel el continente nuevo, inhóspito, oscuro, donde nada es nuevo, ni nada es bueno. O lo es todo, que no es alejarse de la verdad, y mucho menos del mito.
Es la piel el territorio del hombre, porque el hombre quiso, porque el hombre lo supuso y lo asumió como suyo. No quiere problemas, y no los querrá nunca, a pesar de su ancho tórax, sus brazos fuertes y eréctil órgano reproductor. Pareciera que toda su fortaleza masculina se desvanecerá con un soplar de cuello. Cosa que es cierta, en grande medida. y que bendita sea tal verdad.
Es el hombre el que intentará conquistar la piel, a pesar de que se me llame machista, porque así lo quiso la ley natural, milenios antes de los derechos humanos, y que seguirá allí para muchísimas especies. Este juego del cortejo es anciano, y cambia según las modas y variedades, pero al final, la piel es la piel, y son los mismos el hombre y la mujer.
Es el hombre quien se sentirá dueño, dueño del mundo y de todo, y más de la piel, cuando no se percata de ser él mismo la presa, de no ser la piel suya, sino suyo de la piel. Así será, a pesar de que se me llame mandilón, porque así lo quiso la ley natural, milenios antes del futbol y las carnes al carbón, y el tabaco y el alcohol, y todo lo que es bueno.
La mujer es creatura fantástica, mital botánica, mitad selvática, y muy semejante al ave en aspectos sobrehumanos. Es primate hermoso, y su hermosura se refleja de mil maneras. Su sexo es la flor risueña, que florece en una cueva. Bendito sea el mamífero que haga allí su madiguera.
Yo no creo que la mujer naciera del hombre, aunque tampoco considero una forma inversa. La mujer es hija de la tierra, de su sapiencia inmemorial y su acogedora escencia. De su vientre dador de vida, de su forma y de su magia. La mujer es madre, como la tierra, y no salió de la carne del hombre.
La mujer vive del supuesto, del ayer y del momento, en este orden, y su magia radica en serlo todo sin percatarse de ello.

viernes, 4 de marzo de 2011

Sobre la Inmensidad

Sobre la infinita Ciudad, hay un infinito. Vuelve a ser perenne, monstruoso y oscuro, todo lo que la vista alcanza a cubrir. Ha desaparecido el entorno. La casa, la calle y las luces amarillentas de nuestro poblado. Ha quedado atrás, y la Inmensidad es un lienzo para nuestro joven y divino pincel.
¿Qué hacemos con tan eterno lugar? Medirlo es imposible, a pesar de ser deidades ocasionales. No hay medidas en lo inmedible. No hay tiempo sin inicio y fin. No hay espacio sin existir los límites. La brocha en nuestras manos tiembla de poder.
El vacio sofoca, los pulmones se han inchado de sepa que extraña sustancia interminable. Quizás situemos el origen en el Caos. Otros, encontrarán la paz sobre las aguas.
De un pincelazo le he dado forma a la realidad entera, eterna, etérea.

domingo, 27 de febrero de 2011

El Barrio de la Gente Silenciosa.

En la zona Oriente, al Sur y al Norte, el Sol se pone sobre pequeñas casas de colores. Su optimismo pareciera invitar a la cercanía. Cantan en silencio, y sus notas son de luz y vida.
Los árboles vibran al compás del coro, y son testigos de un fenómeno extraño, malsano, desafiante...
Al llegar, el color es el mismo, y la perfección de los hogares es fulminante. Los vehículos, radiantes. El pasto, como alfombra de terciopelo. La temperatura es perfecta, pues el calor es templado adecuadamente por el follaje, no espeso, pero fragante, que protege los ojos y la piel.
Todo es quietud y paz. Sin trinos, ni ladridos, ni la risa de los niños. Las casas son mosaico, vibrante y vivo. Mas dentro de la puerta, pareciera habitar la sombra de la Muerte.
Allí, el Silencio enloquece al osado que decida pasear por las calles de la colonia. Sus coloridas fachadas son simplemente mausoleos folclóricos, plagados de leyendas, mitos, hombres de otros tiempos.
Si tocas una casa, se abrirá la puerta, tan fresca y perfumada como el barrio entero. El Silencio reinará todo.

sábado, 26 de febrero de 2011

El Escuadrón Magnífico

Se habla de el desde hace algunos años. Dicen unos que son ángeles, y otros, seres demoniacos. Su soledad es sólamente perturbada por el alma, tristísima, sobre la que cae su justicia. Nunca se les ve claro. Siempre entre rumores, sombras y leyendas.
Alcanza, sepa Dios como, su mirada a todos los rincones. Su estela todo lo cubre, y son como el viento de la noche. La gente mala les teme, pero también la gente buena. Su ética es absoluta, sin límites, y la Justicia, su máxima deidad.
Se piensa que su motor es la venganza, en realidad, si es que algún motivo tienen. Se desplazan por entre vida y muerte. Sin futuro, sin pasado. Sus ojos de lince, penetran la oscuridad y la luz más cegadora. No vale ruego, ni pena. Todo lo arregla su látigo maligno.
En la Ciudad Extravagante no hay leyes. Se piensa que todo hombre es tan libre como lo permita su capacidad moral. El Escuadrón Magnífico, como fuerza invisible, caza al ciudadano que no comprende lo que es la libertad, y no sepa manejarla.

miércoles, 23 de febrero de 2011

El Palacio de Cristal

Desde el lugar más alto, se divisa, lejano, un punto resplandeciente. El Sol le baña, inmutable, y se cubre de luz su aparente invisibilidad. Su consistencia es la misma del diamante, y su excelente transparencia es mágica y distante. Sólamente se mira desde el lugar más alto. Se divisa, lejano.
Algunos llaman al lugar el Palacio de Cristal, aunque es bien sabido, por los que se han topado con sus paredes, que no es ni una cosa, ni otra. Es una mole, sin puertas ni ventanas, sólida y perfecta, indestructible.
Nadie, al parecer, la habita. En su interior todo es pulcritud, y parecería una prisión insuperable.
Algunas veces, durante las noches, se ve caminar en su interior un hombre de vestido rojo. Parece sonreír al exterior, y si se la curiosidad es demasiada, el hombre comienza a desnudarse. No es posible quedarse mucho tiempo. Arde el cuerpo, queman los ojos. Se dice que, quien le mira desnudarse por completo, muere.
En el Sol de medio día, desde lejos, el Palacio resplandece. No duele. Es imposible ver al Hombre de Rojo.

sábado, 19 de febrero de 2011

Viajero del Letargo

El sol se oculta, inmediato, detrás de una pared. Hace rato que el frío acaricia mortalmente su piel, y la súbita oscuridad en la que se ve rodeada no le afecta en lo más mínimo. Sus carnes perdieron sensibilidad, sus ojos, la capacidad de vida, y se encuentra sumido en un lugar lejano, monstruoso y lejano, hecho de jirones de recuerdos, de sombras, de gritos, de llanto y muerte, nadando todo en la inmaterialidad del thinner entrando a su cerebro.
Los pies calzan unas botas, que más que esto, parecen suelas atadas por trozos de piel sintética. Son morenos, pálidos, que logran esta increíble contradicción por su origen racial y su estrato social. Pertenece a los marginados, y su voz será siempre la del eterno pecado de las sociedades humanas.
Como habría de imaginarse, también sus pantalones están raídos, cortos y espantosamente hediondos. Huelen a todo fluido humano, incluída la sangre, a grasa de autos, a basura, a podredumbre. Están tiesos, y sobre ellos pesa el crimen maldito que los tiñe de marrón en muy discretas manchas. Nuestro viajero del letargo es ya, indudablemente, un asesino.
Luce una playera sin mangas, sucia, que solía ser blanca, y como lienzo, ha logrado la compleja trama de la miseria. También está percudida del tono sangriento, en secciones más espesas. Sin embargo, quien le viera, pensará que está percudida por cualquier otra sustancia. Nuestro viajero del letargo está seguro, en su madriguera.
Hay belleza en su rostro. Pareciera ser un niño, y de no ser por los 3 años físicos, y los 40 años psicológicos, podríamos asumirlo como tal. No pasa los 20, y ya es todo un anciano, respirando de cerca el aliento de la muerte.
Los labios se tuercen en una mueca imbécil, babeante, con las comisuras entre la sonrisa pura y el llanto trágico. A veces se le escapará una risa. Otras, una lágrima.
La nariz está rodeada por costras de mocos y coágulos, y constantemente se oculta tras la estopa. Algunas llagas se duelen con el contacto, pero su cerebro, muy distante, no lo registra.
Sus ojos, entre cerrados y abiertos, no miran a ningún lugar. Son amarillentos, como los de un depredador. Perdieron el brillar del jóven, y la pálida luz de la vista humana. Están secos, salvo ser invadidos de cuando en cuando con la solución salina del llorar. Todo es silencio, sin forma, ni tamaño. A pesar del aullar de los autos, de los gritos, y del metro, que por arriba, transporta a miles de ciudadanos. Todo es silencio, y está solo.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Camino y Carrera (Colaboración de Parkin)

Si, si hablo de eso ha pasado demasiado tiempo, quiero suponer, aún me causas conflicto no uno que me agrade es ese tipo de conflicto que pone mi mente en caos…
Caos, caos, caos nunca nada ha sido del todo normal y me rehúso a lo funcional empezando por mi.
Caos como el que ves en el caleidoscopio, si, si esa sería exactamente la descripción podríamos hablar de esto sin llegar a nada durante horas, sin sentido.
Pero claro, ya entiendo, siempre has sido tú parte del caos, yo soy el caos; y si me preguntara como lo supiste echaría por la borda todo eso de lo que soñamos ayer.
Tal vez tengas razón es probable que el caos sea mi buena compañía es lo que me hace ser tan radical, no me disgusta, para nada. He podido sostener mi argumento frente a quien sea y sabía que no podías ser mejor que yo…
(SILENCIO)

Lo sabía gane esta partida contigo, conmigo.

martes, 15 de febrero de 2011

Sonido Necesario 2

Música, para nosotros, imprescindible.



Fuente: http://www.archive.org/details/MsicaObligatoria

Sonido Necesario 1

Escuchemos el primer sonido de la Ciudad



Original de: Fabian Kesler/ sitio web: http://www.archive.org/details/ParlaParla1LaLlegada

lunes, 14 de febrero de 2011

San Valetín

Parecía ser soldado, o quizás un revoltoso. Contento, barbado.
Sacerdote bonachón y justo, como el panteón colectivo lo requiere, y cuyo mito es más latente que la muerte carnicera de otros santos, menos afortunados.
Algúnos dirán que el milagro único del Santo Enamorado lo hizo para las carteras de las trasnacionales, o los monopolios del país, y posiblemente, tendrán razón. No son aguafiestas, fatalistas ni monstruosos. Tampoco son estúpidos los que caen en las garras del consumismo.
Valentín ahora mismo en las Vegas casa a una pareja de ebrios, que se arrepentirá en unas horas. Valetín también está golpeando a su mujer, o engañándole con otra. Valentín, que no tiene alas, como cupido, vuela, y su aleteo es tan frágil como el suspiro enamorado que le convocó.
Valentín tendrá muchas formas, lejanas al monje complaciente, revolucionario, comprometido y amante. Pero vive, de una u otra manera. Y el día es un buen pretexto para recordarle

domingo, 13 de febrero de 2011

Fotografía 5

Sonrisa a media luz
Digital/ Gerardo J. García

El Ejército en Llamas

Sucedió que la Ciudad, siempre impávida y eterna, fué invadida por fantasmas. En sus caras no había odio. En sus ojos no había rabia. Sólo truenos en sus voces y fulgor en sus espadas.
Su ataque intempestivo no robó ninguna vida. No dejó virtudes rotas, ni quebró a una familia. Sus acciones militares siempre fueron fulminantes, mas no fueron saqueadores, fueron poco militares. El Ejercito de Fuego, victorioso nunca antes.
Ciudadanos temerosos, de turquesa en las entrañas, no temían a lo obscuro, no temían a las guadañas. Todo el tiempo descubrieron la tibieza de las almas. Vieron números y formas, matemáticas y tablas, y al final de sus cantares no había coplas solitarias. Solo métrica medida en con el peso y con la masa.
El Ejército en Llamas era fuerza colosal. Sus acciones no medidas parecían desafiar lo que el pueblo Ciudadano no dejaba de planear. No tenían un algoritmo, no podrían atacar.
Poco a poco la Ciudad en carmín se fué pintando. Derrumbaron sus prisiones, liberaron a sus reos. Muchos de ellos eran seres con calor dentro del pecho, tan felices y concretos como el Ejército de Fuego.
De los pocos habitantes de la gélida ciudad, muchos de ellos entendieron la potencia de no actuar.
Desde entonces, en el centro de la Ciudad Extravagante, hay personas como el agua que vigilan el entorno. El Ejército de Fuego hace luz entre las calles. Los antiguos ciudadanos hacen sombra entre las casas.

jueves, 10 de febrero de 2011

Fotografía 4

Microcoosta
Digital/ Gerardo J. García

2 Fibonacci 13. Exhibicionista


Hoy
Vives
Percibes
Muchos matices
Música de mis raíces
Pensamientos secretos serviles concretos

Yo
Voy
Sin ver
A quien doy
Aquello que soy
Haciendo lo mío volver
A existir, a crecer, a contar sobre mi ser

miércoles, 9 de febrero de 2011

Fotografía 3

Fantasma Orgánico
Digital/ Gerardo J. García

Apariencias (Colaboración de Devorah Hernández Contreras)

Aparentar contigo
es fingir estar bien
para no llorar.

Aparentar conmigo
es fingir que no me dueles
aún cuando mi corazón
no te deja de extrañar.

Es en un trago de vodka
y un amigo
las penas refugiar.

Es en un suspiro recordarte,
cuando pretendo olvidar.

Es querer odiarte
cuando me ensañaste a amar.

Es sonreir ante el espejo,
cuando la vida
se ha llevado mi felicidad.

Es caminar hacia lo lejos
con esperanzas de encontrarte
cuando se que ya no volverás.

Es pedirte que te alejes
cuando de tu mano
no me quiero soltar.

Apariencias...

Son aquellas que olvidaremos
cuando estemos a solas,
a las que el corazón no resiste
más de unas cuantas horas.

Apariencias...

Es querer olvidarte
en otros labios,
en otros brazos
y descubrir que aún te quiero
que AÚN TE AMO,
y a pesar de todo:
PREFERIR CALLARLO!

Es escribirte versos,
decir poesía
que no tienen nombre...
que no tienen día.

Es saber que nos amamos
y creer que al amanecer olvidaremos,
es saber que nos amamos
y creer que al adiós resistiremos.

Y esque saber y creer no es igual:
creer es una hipótesis,
saber es seguridad.

=) With my heart open to U
Chicos,los quiero

Colaboración de ´Dévorah Hernandez Contreras,"Coblens" ciudadana de La Ciudad Extravagante

lunes, 7 de febrero de 2011

Jorobado de Dionisio

El jorobado tiene todo, menos ser sensible. Hay veces que creo, firmemente, que su corazón sólo late por sí mismo. Un amor enfermizo, únicamente superado por su odio, que descarga monstruosamente contra su figura.
El jorobado no siempre está encorvado. A veces, su figura es alta, gallarda, y pareciera ser tan eterna como las montañas, y poseer, en sus cejas pobladas, la misma sabiduría. Vive por momentos entre las nubes, y su fulgor lo llena todo. Lo llena, y cuando se vaya dejará el más insondable de los abismos en la Ciudad Extravagante. Pero parece no importarle. Para él todo es sencillo, funebre y sencillo. Quizás que nunca lo ha pensado de manera seria. O quizás, lo ha pensado demasiado.
El jorobado tiene todo, menos fe. Será que el mundo arrancó de sus manos la esperanza. Aves de rapiña, quizás muy pronto, despojaron de luz el centro de su pecho. Luz que, sinceramente, espero que a momentos brilla, o que brille eternamente. Luz que conservaré, al final de todo.
El jorobado está así, cuando lo decide, y su andar patizambo duele hasta el más oscuro rincón de la Ciudad Extravagante. Cada palabra suya contiene en sí, el poder de clarear el día, o de sumir en la noche al mundo entero. Yo viviré de su memoria, por un tiempo. Después, viviré de su leyenda. Y olvidaré que el jorobado es un ser mutilado, mucho más integro que mi propia deformidad, y haré de él un símbolo de mis batallas...

Fotografía 2

Contraluz
Digital/ Gerardo J. García

domingo, 6 de febrero de 2011

Los engranes

En la noche, antes de dormir, escucha el ciudadano un ruido interminable. Es discreto, como el soplar de las hojas, mecánico, demente. Un rumor indescriptible, debajo de las calles, las tuberías, los cimientos de las viviendas. Bajo la tierra, en algún lugar donde los muertos esperan, hay movimiento.El ciudadano lo percibe, y de inmediato, el sudor impregna su frente.
Entonces el mundo no es nada. Terrible, la máquina clama con cada tic-toc su sangre. La batalla está perdida desde el momento de empezarla. Sin esperanza, el ciudadano se abandona a la angustia. Pareciera su cuerpo no responder a la necesidad, en el alma, de liberar un llanto.
Tic-toc. Casi puede sentir el frío entre los dientes. En la oscuridad, lentamente, se pierden las siluetas, las formas, los tamaños. Todo es absorbido por el vacío, donde sólamente el demoniaco sonido separa al ciudadano de la Nada.
Abre los ojos. Un reloj, en la pared, tic-toc. El engranaje infinito, terrible, de pronto se haya frente a sí, pequeño y temeroso. El ciudadano ha tomado el pequeño dispositivo entre sus manos. Tiembla. Su andar aún le amenaza, se retuerce, entre los dedos que, antes trémulos, han tomado una fuerza titánica. Levanta por encima de la nuca. Tic-toc. Crash. El ciudadano, al volver a su cama, de pronto duerme. Dios quiera que despierte, rabioso, al día siguiente.

sábado, 5 de febrero de 2011

El Río de Fuego

Puedo mirar desde un puente, en lo oscuro de la noche. Hace tiempo ya que no recorro este camino, pero es tranquilo. Bajo mí, infinito, créelo o no, una corriente de llamas, de colores rojo y blanco, resplandecía. Parecía no tener final, ni tampoco principio, y quizás esa fué la intención del Creador.
Río de temores, infundados muchos, terribles los menos, pero siempre vociferando. A pesar de su mancedumbre, hace un sonido ensordecedor por eso de las 6 de la tarde. Apesta, apesta a humo sintético, como lo es todo en estos días, pero es tan mágica la visión, que pareciera olvidar el hedor.
Río de dolor, discretos unos, otros insoportables, siempre encuadrados, por el infinito manchón de luces. Ruge, y el flujo va en ambos sentidos, como contradictorio sería el hecho de que tan impenetrable muralla, fuera alguna vez esperanza de mejorar la vialidad.
Río de almas, algunas con tedio, otras alegres, esperando llegar a sus casas por la corriente. Circuito de desvergonzada locura, que recorre la ciudad, en primer anillo, en torno al corazón.
El Río poco a poco perderá su color y vida, conforme la noche avance.
La Ciudad Extravagante bendecirá al Rïo de Fuego, infinito, que nace y muere en todos sus puntos, o en ninguno.
El que habita en nuestro lugar, ilústrelo. Será interesante

miércoles, 2 de febrero de 2011

La Ciudad Extravagante

La voz del asfalto, canta y ríe. Su risa es como la del payaso enfermo, y eso me anima. Pienso que es patéticamente oscura, o brillante, dependiendo de la hora del día y la fortuna del vidente. Todo esto es un lienzo, como lienzo lo es todo, y los pintores verán en los transeúntes mil modelos inservibles. ¿A que cerrar los ojos es más entretenido? O abrirlos de más. La Ciudad Extravagante es un NO-rincón, porque sus límites no existen, no hay sujeto, no hay destino, no hay final. Será eterna, y crecerá siempre. Sin embargo, es nuestro, acogedor y nuestro.
Pangea de sentidos, de ambientes, espacios, sonidos, que son tan reales como nosotros mismos, bullendo, dentro sentando bases que cambia, tambaleando nuestra frenética estructura.Menos que un carnaval, pero más que un sanatorio. No es un rincón, pero es nuestro.
Bienvenidos sean a la Ciudad Extravagante.