miércoles, 23 de febrero de 2011

El Palacio de Cristal

Desde el lugar más alto, se divisa, lejano, un punto resplandeciente. El Sol le baña, inmutable, y se cubre de luz su aparente invisibilidad. Su consistencia es la misma del diamante, y su excelente transparencia es mágica y distante. Sólamente se mira desde el lugar más alto. Se divisa, lejano.
Algunos llaman al lugar el Palacio de Cristal, aunque es bien sabido, por los que se han topado con sus paredes, que no es ni una cosa, ni otra. Es una mole, sin puertas ni ventanas, sólida y perfecta, indestructible.
Nadie, al parecer, la habita. En su interior todo es pulcritud, y parecería una prisión insuperable.
Algunas veces, durante las noches, se ve caminar en su interior un hombre de vestido rojo. Parece sonreír al exterior, y si se la curiosidad es demasiada, el hombre comienza a desnudarse. No es posible quedarse mucho tiempo. Arde el cuerpo, queman los ojos. Se dice que, quien le mira desnudarse por completo, muere.
En el Sol de medio día, desde lejos, el Palacio resplandece. No duele. Es imposible ver al Hombre de Rojo.

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