jueves, 21 de abril de 2011

El viejo Faro de Sevilla

En lo más alto de la Ciudad Extravagante, aunque muchos lo hayan olvidado, existe una construcción pálida y delgada. Su cúpula es dorada con los rayos  del sol, al medio día y en la mañana, y en la noche fue luz y vida durante muchos años. Como luz y vida hubo en el delfín de la entrada.
Se podría decir que el Faro de Sevilla nació antes que la Ciudad Extravagante. El brillo que irradiaba llenó por completo el valle donde hoy la Ciudad palpita, y proyectó el aura en las tinieblas de la noche en altamar. Fue el Faro quien egendró los primeros poemas de la Ciudad Extravagante, donde hoy existe el entramado sin sentido que somos.
El Faro es hermoso, aunque destartalado, pero posee lo místico y perenne de lo infinito de antaño. Los ciudadanos nunca vieron al encargado. Se dice que era una creatura de luz, semejante al faro, pero su relación a pesar de esto, era distante.
El quebrar de las olas ahora añora la luz del Faro. Esta en tinieblas la costa, y pareciera que el Faro está en la Ciudad de los ángeles. Suspiro, porque el Faro está extinto, y más que nunca, extraño su luz.

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