sábado, 9 de abril de 2011

El Último Discurso del Mendigo Predicador

Su silueta, harapienta, apestosa, de repente comenzó a vibrar, silencioso, con la cadencia irregular y jadeante del llanto. Al principio intentó contenerse, a pesar de lo indigno de su estado, pero pareció necesitar un poco de la libertad que solamente las lágrimas son capaces de dar. Creció su miseria, al grado de que una señora, que pasaba con el mandado recién comprado. "Tome, señor" le dijo, mientras le alargaba un plátano maduro. El señor miró con devoción el fruto, y rápidamente tornó su mirada al de la más profunda tristeza. "Gracias, pero no" respondió secamente.
La mujer preguntó, algo sorprendida, cual era la causa de su llanto. La respuesta que obtuvo le sorprendió aún más. "Lloro porque tengo hambre"
Le alargó aún más lo que le ofrecía "Tengo esto, papas, manzanas y tres blanquillos. Solo esto puedo ofrecer. Tome cualquier cosa"
"Es grande su bondad, señora, pero usted no podría mantenerme de por vida. Mi llanto es así, tan lastimero y profundo, porque comeré un plátano, quizás una papa, su despensa entera. Hoy día, habré saciado mi necesidad. Sin embargo, ¿Qué de humano tiene el hecho de que coma? Lloro porque no puedo cubrir lo más escencial en mi existencia, el acto de sobrevivir para mí es una lucha constante. El sueño, el sexo, la bebida. Para mí todo es difícil de alcanzar, y prácticamente imposible de mantener. ´¿Cómo no llorar así? Quedaron entonces relegadas mis aspiraciones más humanas. Sé leer y escribir, pero soy viejo y tullido. No sirvo para trabajo físico, y el mental está reservado únicamente para los aseados de traje. Ni siquiera el crimen es opción para mí. Lloro porque pensé en ser rico y bello, y disfrutar la vida. Porque quise hospedarme en los hoteles más caros del mundo y beber vino de 50 mil dinero. Yo pensaba que mi vida no estaba tan mal por la libertad y el ruido, y la belleza de la Ciudad Extravagante. Pero el hambre ciega, corta los sentidos. Y esa el más básico de los lujos"
Al terminar, había una gran muchedumbre en torno suyo. Sabía que había terminado lo suyo cuando la autoridad se estacionó cerca, y se aproximaron dos de sus soldados. "Cuando menos ya no será una preocupación la comida" dijo, a manera de despedida.

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